Las hectáreas de regadío han aumentado en los últimos años, pero el consumo de agua ha descendido. Este modelo de cultivo, imprescindible para mantener y aumentar la productividad en un contexto de población creciente, se ha modernizado mucho
Aunque parece que las precipitaciones han llegado a España esta semana, hacen falta muchos días de lluvia para paliar los efectos de la terrible sequía que sufrimos desde el invierno pasado. Los cultivos se han resentido reduciendo su producción, tanto los de secano como los de regadío. Pero son estos últimos son los que están en el ojo del huracán: ¿hay agua suficiente para mantener las hectáreas de regadío que tenemos en España?
Hay que recordar que España posee la mayor superficie de regadíos de Europa y, aunque apenas representan el 22,6% de la superficie cultivada en nuestro país, en ella se obtiene el 65% de la producción final agraria, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. El rendimiento de una hectárea de regadío es seis veces superior al de una de secano; y si hablamos del regadíos intensivos puede llegar a ser 40 veces superior. Y eso teniendo en cuenta que el gasto medio de agua por hectárea ha descendido de 6.000 metros cúbicos hace unos años a unos 5.000 actualmente.
Andrés del Campo es presidente de FENACORE (Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España) desde hace 27 años y fundador y presidente, desde 2002, de la Comunidad Euromediterránea de Regantes (EIC, por sus siglas en inglés). «Desde finales del siglo pasado se está haciendo un esfuerzo muy grande en la modernización de los regadíos», explica. La manera de regar ha cambiado mucho. Atrás quedan los riegos a manta, por inundación, que tan comunes eran hace pocas décadas.
No es cuánta, es cómo – Foto: Ana M. Díez
Según asegura del Campo, «en el año 2000 había 3.344.000 hectáreas de regadío en España. De ellas, un 54% por ciento (1.973.000) se regaban por gravedad, abriendo compuertas e inundando la parcela. A finales de 2020 esta cifra se había reducido al 23,1% (888.000 hectáreas). El riego por aspersión se ha mantenido más o menos estable en esas dos décadas (de un 24% ha pasado a un 23%). Pero el cambio más grande se ha dado en el riego localizado (goteo), que ha pasado de unas 570.000 hectáreas (un 17%) a 2.058.000 (54%). No hay ningún país, si acaso Israel, que tenga un regadío tan modernizado como España».
Es decir, las cosas han dado un vuelco y, a pesar de que las hectáreas de regadío han aumentado (en 2020 la cifra era de 3.831.000, medio millón más que en 2000), el consumo neto de agua se ha reducido. En 2004 la agricultura de regadío consumía anualmente unos 17.800 hectómetros cúbicos de agua; hacia 2018, a pesar del aumento de la superficie, la media de consumo anual estaba en unos 15.000 (la capacidad total de los embalses es algo más de 55.000). Esto se debe a la modernización de las infraestructuras, sobre todo al aumento del riego por goteo.
El presidente de FENACORE hace hincapié en la planificación hidrológica. «Llevamos seis o siete años de sequía meteorológica, pero no ha habido sequía hidrológica, es decir, falta de agua, hasta ahora. Hemos estado viviendo de los embalses y, si hubiera habido más, habríamos aguantado mucho mejor este verano». Se queja de que la planificación del Gobierno se basa únicamente en aspectos medioambientales, pero no tiene en cuenta los efectos económicos y sociales. Del Campo recuerda que, sin embalses, durante julio y agosto solo podrían vivir unos cinco millones de personas en España, pero hay alrededor de 70 (contando con el turismo). Con los pantanos que tenemos ahora «aprovechamos un 45% del agua de lluvia, pero se podría llegar al 60% o 70% si se acometieran más obras». Sostiene que hay alrededor de un centenar de proyectos aprobados en toda España para retener agua de una manera u otra, pero que el Gobierno los ha dejado de lado por motivaciones básicamente ideológicas y medioambientales.
No es cuánta, es cómo – Foto: Florentino Lara
«La política hidrológica en América, por ejemplo, va encaminada al aumento de la producción. En España se asume que habrá una reducción de rendimientos por esta política, y eso no debería ser así. La FAO dice que, para 2050, tiene que aumentar la productividad un 55% para poder mantener a la creciente población mundial. Y eso pasa por el regadío», sostiene del Campo. «Si se intenta aumentar la producción por medio de los secanos, que rinden menos, habría que ganarle espacio a la naturaleza para cultivar más hectáreas y eso sería perjudicial para el medio ambiente que se quiere proteger», añade.
El presidente de EIC mantiene que hacen falta más obras de regulación (pantanos). «Hay alrededor de un centenar de proyectos de este tipo aprobados, pero el Ejecutivo no quiere saber nada porque no es rentable electoralmente. Son obras que llevan años y no se sabe quién va a estar en el Gobierno cuando se terminen para ponerse la medalla». Y no solo es cuestión de almacenar agua, también de evitar avenidas en un contexto en el que las precipitaciones parece que se concentran más en el tiempo y caen con más virulencia, con periodos de sequía más prolongados.
Desaladoras.
Para el futuro, del Campo, aparte de poner el acento en la necesidad de más obras de almacenaje de agua, habla de las desaladoras. «Tienen el problema de los costes energéticos, que hoy por hoy son altos, pero hay mucho margen de mejora en ese sentido». Andrés Góngora, responsable en COAG del sector de Frutas y Hortalizas, coincide en este punto con su tocayo. «Hay que buscar recursos alternativos, como las desaladoras. Ahora todavía es caro desalar y transportar el agua hasta la parcela en cuestión, pero si se vinculan a energías renovables los costes se abaratarán mucho».
«El aprovechamiento de aguas depuradas también es otra baza. Aún no es una práctica generalizada, pero es una fuente de agua que no podemos ignorar. Con riego por goteo, de tal manera que el agua no toque a la planta, no genera ningún problema», expone Góngora.
No es cuánta, es cómo – Foto: Rubén Serrallé
Del Campo también cita como una opción para mejorar la gestión del agua el uso de semillas transgénicas. «Ahora hay semillas que, aparte de necesitar menos químicos para su cultivo, también piden menos agua». Sin embargo, ahí COAG no está de acuerdo. «No son lo suficientemente seguros como para implantarse hoy por hoy. No está demostrado que ahorren agua», sentencia Góngora. El responsable de la organización agraria apuesta por otras técnicas, como el acolchado del suelo con plástico para evitar la evaporación («es caro, pero puede ahorrar hasta un 50% del agua de riego») o la adición de materia orgánica a la tierra, que «está demostrado que ayuda a retener agua». Otra opción pueden ser las nuevas tecnologías. «Hay sensores de suelo que ayudar a evitar el despilfarro a través del conocimiento de las necesidades de cada parcela y su capacidad de retención», añade Góngora.
En lo que ambos coinciden es en que el regadío es necesario y en que la superficie podría aumentar si se hacen las cosas bien. «Hay que ahorrar agua a través de la modernización», dice Góngora. «Es cierto que la agricultura consume mucha agua, pero eso no quiere decir que se despilfarre. Hay que considerar el agua como un bien público y evitar que se malgaste, velar por que los regadíos sean ordenados. La administración del agua tiene que mejorar, hay que vigilar las concesiones, cerrar los pozos ilegales…».
«El clima pone cada año más complicado cultivar en secano. Somos partidarios de aumentar las hectáreas de regadío donde se pueda, y eso pasa por la modernización. Sin regadío la agricultura en España es inviable y ya se ha invertido mucho para hacerlo sostenible», insiste el responsable de COAG.
Otro punto espinoso es el desembalse de agua. Góngora mantiene que hay abordar en profundidad la problemática de los desembalses para producir energía, «porque esa agua ya no vuelve al pantano». Y el presidente de FENACORE carga contra los caudales ecológicos: «No tiene sentido mantener un caudal ecológico en un río que de manera natural se secaría en verano. Estos caudales representan un 16% de toda el agua que sale de los pantanos y puede suponer hasta un 50% del agua que usa la agricultura».
El presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Agrónomos, Baldomero Segura, es contundente al indicar que «preguntarnos si nos podemos permitir los regadíos que tenemos es como preguntarnos si sobramos personas». «El regadío no es un capricho, su función es la de aportar agua en el momento adecuado y en la cantidad adecuada para que una producción vegetal llegue a buen término, que es, en último fin, nuestra mesa».
A su juicio, el análisis debería centrarse en cómo alcanzar la «consolidación de los regadíos». «Hay mucho margen para mejorar», apostilla, tanto en infraestructuras hidráulicas de transporte y distribución, en sistemas de aplicación, en la capacidad de regulación y de reserva como en la movilización adecuada de recursos para incorporar las aguas regeneradas de las depuradoras de las ciudades.
Sin embargo no todo el mundo piensa que el regadío español sea sostenible. Ricardo Aliod es profesor de Ingeniería Hidráulica y del Riego en la Escuela de Agrónomos de Huesca y durante 25 años ha participado en el diseño de más de 200.000 hectáreas agrícolas de regadíos modernizados. Eso sí, se muestra muy crítico al advertir de que «España no se puede permitir» tantas hectáreas de regadío: «No puede ser la huerta de Europa y la granja de China, todo tiene un límite, y más en los contextos actuales del cambio climático».
A su juicio, las tres soluciones que se han aplicado hasta la fecha -regulaciones, trasvases y desalación- «no han funcionado», ya que «el sistema colapsa cuando vienen periodos de sequía». Precisa que «la bala de plata» de la modernización de los sistemas de regadío «reduce el uso del agua, pero a la vez aumenta su consumo», al registrarse más producción. «La solución final se producirá con el cierre de regadíos, y lo que hay que intentar es que este proceso no se haga de forma caótica, sino organizada, obligando a los grandes propietarios a retirar superficies y, de forma voluntaria, a los pequeños para que no suceda a la brava como con la burbuja inmobiliaria».
Lo que parece incuestionable es que el regadío es completamente necesario para mantener la soberanía alimentaria y para dar sustento a un sector que emplea a muchos miles de trabajadores. En nuestras manos está hacer las cosas bien para que las próximas sequías no supongan un problema.
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El comisario europeo de Pesca, Océanos y Medio Ambiente, Virginijus Sinkevicius, defendió el pasado martes que se implementen planes de gestión de la sequía para hacer frente al cambio climático y evitar los incendios en la UE. «Se trata de crear ahora planes de gestión de la sequía. Se tienen que gestionar mejor las cuencas fluviales», indicó Sinkevicius en su intervención en el pleno del Parlamento Europeo, que enmarcó estos planes en las exigencias de la Directiva Marco del Agua.
«La gestión resiliente y a prueba del cambio climático de los recursos hídricos va a hacernos más resistentes a las sequías. Se pueden gestionar en el momento o con planes y estrategias preparativos», complementó el comisario. En un paso más, el comisario de Medio Ambiente indicó que el Ejecutivo comunitario explorará «otras opciones aparte de la irrigación agrícola»; si bien, destacó que «el uso para la irrigación en la agricultura ofrece un marco legal para las fuentes de agua alternativas. Vamos a trabajar con las autoridades locales, regionales y con los Estados miembros para participar y para tener una gobernanza adecuada a la adaptación climática. Algo a la medida del impacto climático cada vez más grande», agregó el comisario.
Bruselas pide a los 27 planes de gestión de la sequía.
El comisario europeo de Pesca, Océanos y Medio Ambiente, Virginijus Sinkevicius, defendió el pasado martes que se implementen planes de gestión de la sequía para hacer frente al cambio climático y evitar los incendios en la UE. «Se trata de crear ahora planes de gestión de la sequía. Se tienen que gestionar mejor las cuencas fluviales», indicó Sinkevicius en su intervención en el pleno del Parlamento Europeo, que enmarcó estos planes en las exigencias de la Directiva Marco del Agua.
«La gestión resiliente y a prueba del cambio climático de los recursos hídricos va a hacernos más resistentes a las sequías. Se pueden gestionar en el momento o con planes y estrategias preparativos», complementó el comisario. En un paso más, el comisario de Medio Ambiente indicó que el Ejecutivo comunitario explorará «otras opciones aparte de la irrigación agrícola»; si bien, destacó que «el uso para la irrigación en la agricultura ofrece un marco legal para las fuentes de agua alternativas. Vamos a trabajar con las autoridades locales, regionales y con los Estados miembros para participar y para tener una gobernanza adecuada a la adaptación climática. Algo a la medida del impacto climático cada vez más grande», agregó el comisario.