Publicado por: EFEAGRO24 de enero de 2024

El cambio climático obliga a invertir más en infraestructuras que permitan mejorar el regadío y garantizar así la seguridad alimentaria de la población, han asegurado los autores del estudio «Regadío y seguridad alimentaria. La situación en España».

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El presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde, ha recordado en su presentación en Madrid que la principal limitación para la agricultura está en la disponibilidad de agua y en los efectos prolongados del cambio climático.

«Ningún modelo productivo podrá tener futuro sin agua», ha enfatizado Baamonde, quien ha criticado que el debate político actual esté «sometido a enormes controversias derivadas de tensiones territoriales» que dificultan la toma de decisiones estratégicas.

Y ha instado a poner en marcha estrategias que permitan un uso más eficiente del recurso para seguir alimentando a una población creciente, en una situación climática «cada vez más extrema».

En su intervención en el acto de presentación, el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, ha defendido la estrategia gubernamental de modernizar hasta 700.000 has de regadío con más de 2.400 millones de euros hasta 2027, ya que el regadío «proporciona más rentabilidad, productividad, diversificación y desestacionalización» de la producción, y más beneficios sociales.

Por un regadío eficiente

Con un 55 % de riego localizado y un 21 % de riego por gravedad, Planas ha afirmado que el debate está en diferenciar entre el regadío «eficiente y el ineficiente», ya que es un «elemento fundamental para asegurar la seguridad alimentaria» y seguir creciendo como potencia agroalimentaria en un contexto de cambios geopolíticos y climáticos.

El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, en la presentación del estudio de Cajamar. Efeagro/Laura Cristóbal
El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, en la presentación del estudio de Cajamar. Efeagro/Laura Cristóbal

En 2022, había en España 3,7 millones de hectáreas de regadío, lo que representa el 23 % de la superficie cultivada y un 65 % del valor de la producción vegetal.

Planas ha subrayado que el marco europeo «no es un corsé», sino que debe servir «de referencia para dar una visión de futuro», al tiempo que se necesita «una planificación integrada para adecuar el uso de los recursos hídricos».

«Un mundo sin hambre será de riego o no será», ha vaticinado uno de los coordinadores de la publicación, el exministro de Agricultura y catedrático emérito de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) Jaime Lamo de Espinosa.

A su juicio, el cambio climático debe llevar a incrementar las inversiones públicas, ya que «hay que regar más, poner las tierras en riego y almacenar más agua»; y ha llamado a resolver los problemas relativos al caudal ecológico en el trasvase Tajo-Segura, un «proyecto intergubernamental» que ha permitido convertir el Levante en la huerta de Europa.

Asimismo, Lamo de Espinosa ha reclamado mejorar el aprovechamiento de las aguas residuales, reforzar la capacidad de almacenamiento hídrico con más presas y embalses, reducir el coste del agua desalada para uso agrario y hacer un uso más eficiente del recurso.

«En nuestro caso se impone una nueva gobernanza del agua que compense el estrés hídrico sin luchas territoriales, un gran pacto nacional del agua y más obras hidráulicas», ha subrayado el experto, para quien la dimensión alimentaria debe ser prioritaria frente a las políticas verdes o de mitigación climática.

El catedrático de la UPM Alberto Garrido, coordinador también del informe, ha recordado que todos los países del mundo que pueden están invirtiendo en infraestructuras hidráulicas y aumentando la expansión del regadío, pues entienden «que la aportación de agua es un elemento de seguridad para los productores y una manera de ser más eficientes».

Radiografía del regadío español

Según el estudio, la superficie de tierra cultivada ha disminuido en España un 4,6 % entre 2004 y 2022, mientras que la de regadío ha aumentado en 500.000 hectáreas, fundamentalmente en Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura, a través de la expansión del olivar, los frutales no cítricos como el pistacho y el almendro, y el viñedo de transformación.

«El ‘pack’ de cultivos leñosos, riego por goteo y modernización del regadío, sumado al riego deficitario controlado en estas especies, proporcionan una gran flexibilidad y una orientación hacia el mercado», ha afirmado Garrido, tras advertir de una mayor exposición del sistema agroalimentario porque, a cambio, se están importando más otras producciones como cereales y oleaginosas.

El último censo agrario recoge la existencia de 321.000 explotaciones con instalaciones de riego, de las que el 73 % tiene menos de 20 hectáreas, lo que muestra el «protagonismo» que ha tenido el pequeño y mediano agricultor familiar.

La demanda agraria de agua se mantiene en unos 24.000 hectómetros cúbicos anuales, cantidad que apenas ha variado desde la década de 1990 y que se utiliza ahora en mayor superficie y con mayor productividad.

Garrido ha destacado la importancia del uso de energías renovables y la necesidad de consolidar la superficie regable, estudiar el impacto de los caudales ecológicos en cada caso y aprovechar la «oportunidad única» de invertir tantos recursos disponibles.

El Gobierno se reúne con los regantes

Aparte, el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación ha situado la modernización de regadíos como una «prioridad estratégica» para la producción agroalimentaria de España, en un encuentro con representantes de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore).

En un comunicado, el Ministerio ha señalado que el plan para la modernización de regadíos, que está en marcha, permitirá movilizar entre 2022 y 2027 una inversión público-privada superior a los 2.400 millones de euros, tras haber incorporado nuevos fondos.

Este presupuesto procede de diferentes fuentes de financiación públicas, como el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) o los fondos europeos Feader, entre otros, y de las aportaciones de las comunidades de regantes españolas.

Además, las inversiones previstas para mejorar los sistemas y estructuras de riego permitirán un ahorro de agua mínimo del 10 % respecto a la situación de partida, según ha indicado el MAPA.

Durante la reunión, Planas ha incidido en el «papel protagonista» que va a tener la utilización de fuentes de aguas no convencionales, como las regeneradas o las desaladas y la promoción del empleo de energías de origen renovable en sus sistemas de producción.